viernes, 15 de septiembre de 2017

Alerta: Huracanes a la vista


EL MÁS POBRE

Haití, el país más pobre de América aún no se recuperó del terremoto en 2010 ni del huracán "Matthew" del año pasado y está mal preparado para hacer frente a una tormenta de enormes dimensiones.

Los huracanes son una de las mayores amenazas naturales que enfrenta la humanidad, capaces de crear catastróficas inundaciones, centenares de muertes y pérdidas multimillonarias.

En el Atlántico norte, desde hace una veintena de años se constató un aumento de la frecuencia de los ciclones, al contrario que entre 1970 y 1995, según Franck Roux, de la universidad Paul-Sebatier de Toulouse (suroeste de Francia).

En esta región, los investigadores notaron que la actividad ciclónica sigue ciclos de varias decenas de años y consideran que aún no es posible decir si el aumento del número de ciclones en la zona se debe a una variabilidad natural o al cambio climático.

En el Pacífico noroeste hubo una ligera disminución de la actividad ciclónica entre 1980 y 2010.

Los modelos informáticos que simulan el clima del siglo XXI revelan un posible aumento de la intensidad de los ciclones (vientos y lluvias), y un posible descenso de su frecuencia en el planeta.

"Los ciclones con una intensidad mayor son una de las consecuencias esperadas del cambio climático", explica Valérie Masson-Delmotte, miembro del GIEC, grupo de referencia sobre el clima a nivel mundial.

"Cuanto mayor es la temperatura del agua y el nivel de humedad, mayor puede ser la intensidad del ciclón. Ahora bien, estos dos elementos son más intensos debido al aumento del efecto invernadero", afirma la climatóloga. "Consideramos que hay un 7% de humedad más en la atmósfera por cada grado de calentamiento", precisa.

El aumento del nivel de los océanos es una de las señales del calentamiento del planeta. Esta subida, variable según las regiones del globo, tuvo una media de 20 cm en el siglo XX y podría alcanzar hasta casi un metro en 2100.

A la vez, los ciclones producen también un oleaje que genera "mareas de tormenta". Los dos efectos combinados contribuirán a poner en riesgo a más poblaciones y construcciones costeras.

Varios estudios muestran, según Météo France (servicio meteorológico de Francia), que "la latitud a la que los ciclones alcanzan su máxima intensidad se ha desplazado hacia los polos durante los últimos 35 años, en los dos hemisferios".

Esto podría estar relacionado con la expansión del cinturón tropical, es decir de las zonas de una parte y de otra del ecuador terrestre donde reina un clima cálido y húmedo.

"Lugares que están más habituados y mejor preparados frente a los ciclones podrían estar menos expuestos y otros, menos preparados, podrían estarlo más", según James Kossin, de la Agencia Estadounidense Oceánica y Atmosférica (NOAA).

Después de Harvey e Irma, vendrá José. Y es que todos los huracanes tropicales tienen un nombre propio, elegido con antelación y fácil de recordar para facilitar la gestión de la emergencia.

Se trata de una práctica antigua. El uso de un nombre corto reduce el riesgo de error. "Es mucho más fácil de memorizar que una cifra o un término técnico", subraya la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

"Un nombre facilita el trabajo de la prensa, refuerza el impacto de las advertencias y acrecienta la preparación de las poblaciones", según la OMM, órgano de la ONU.

La OMM, que dispone de corresponsales en cada región, se pronuncia al respecto e interviene para evitar eventuales polémicas. Así, en 2015, retiró el nombre "Isis" de la lista de futuros huracanes en la región Norte-Pacífico, puesto que el nombre de la diosa egipcia es también uno de los acrónimos en inglés del grupo yihadista Estado Islámico.

Las listas siguen un orden alfabético y se saltan las letras con las que es muy difícil encontrar un nombre, como la Q y la U. Al cabo de seis años, se vuelve a retomar la primera lista. Pero, cuando un huracán provoca muchas víctimas y daños, se retira su nombre. Así, no habrá más "Katrinas".

2017 empezó con Arlene, seguido de Bret, Cindy y Don. Irma figura en novena posición. Después de José, vendrán Katia, Lee y María. Los nombres son ingleses, españoles y franceses, en referencia a los países potencialmente afectados.

Desde fines del siglo XVIII, se ponen nombres a los ciclones. Hasta principios del siglo XX, los que golpeaban las islas españolas del Caribe eran llamados según el santo patrono del día. Durante la Segunda Guerra Mundial, los marinos estadounidenses empezaron a bautizar a los ciclones con los nombres de sus mujeres o amantes.

En 1953, la Oficina meteorológica estadounidense empezó a tomar también nombres de mujeres, pero en los años 1970, las feministas protestaron contra esta asociación a un fenómeno devastador. En 1979, se estableció la paridad, con una alternancia de nombres propios femeninos y masculinos.

Escala Saffir-Simpson, la forma de medir una catástrofe

La intensidad de los huracanes se mide en una escala que se conoce como Saffir-Simpson, por los apellidos de los científicos que la desarrollaron.

CATEGORÍA 1: Los vientos oscilan entre 119 y 153 kilómetros por hora. Las olas pueden llegar a 1,5 metros de altura y el mar puede inundar algunas zonas costeras. En esta categoría los daños suelen producirse en elementos que no están anclados al suelo, al igual que letreros y árboles.

CATEGORÍA 2: Los vientos aumentan a entre 154 y 177 kilómetros por hora. Las olas crecen hasta 2,4 metros de altura. La fuerza del aire daña los elementos exteriores de edificios, como ventanas y techos. También puede arrancar árboles y letreros de la vía pública.

CATEGORÍA 3: En esta fase los vientos alcanzan velocidades de hasta 209 kilómetros por hora y las olas superan los 3,6 metros de altura. Pueden registrarse daños en el arbolado y en partes externas de pequeñas viviendas.

CATEGORÍA 4: En este nivel los vientos alcanzan velocidades de entre 210 y 249 kilómetros por hora y las olas superan los cinco metros de altura. Los techos de las viviendas son elementos vulnerables a su paso.

CATEGORÍA 5: Es el máximo nivel en el que se catalogan los huracanes. Los vientos superan los 250 kilómetros por hora y las olas exceden los seis metros de altura. La fuerza de los vientos hace que puertas y ventanas sufran daños e incluso viviendas pequeñas en mal estado de conservación pueden ser levantadas del suelo.

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