Aún se ven platos rotos, restos de juguetes, libros y una que otra foto en el amasijo de escombros de lo que fue el hogar de Rey Antonio Acosta y de otras familias en Mar Verde, la playa por donde el huracán Sandy entró a esta ciudad del oriente cubano.
“Venga por aquí para que vea lo que es el dolor”, dice a Tierramérica este niño de 12 años que guardará para siempre la memoria de la madrugada del 25 de octubre, cuando vientos de hasta 200 kilómetros por hora y olas de nueve metros de altura arrasaron decenas de casas en la línea costera.
Pero no parece haber perdido elocuencia para narrar lo sucedido. Cuenta cómo vio el ojo del huracán, “negro y con estrellas en el centro”, a cuyo paso hubo mucha calma. “Pero luego las olas crecieron y el viento fue más fuerte. Sentimos como el rugido de una bestia sobre nosotros. La gente lloraba y yo pensé que era mi día” de morir, relata.
Su juventud no le impide sacar la primera lección de Sandy. “Ahora ya sé lo que es un huracán; cuando venga otro no demoraremos en evacuarnos”, dice. La gran mayoría de los santiagueros admiten que el devastador “ataque” de Sandy los sorprendió, a pesar de alertas meteorológicas.
“Pensamos que habría un poco de viento y otro poco de lluvia, y ya”, dice María Caridad, vecina de Santiago de Cuba, donde vive medio millón de habitantes. Como muchas en esta parte de la urbe, su casa de casi un siglo no estaba preparada para la embestida.
“Entre mis vecinos nadie tomó en serio a Sandy, y eso que nosotras tuvimos luz eléctrica hasta tarde”, cuenta esta mujer de 50 años. Sobre su vivienda cayó un muro aledaño que rompió el techo y dejó a la familia a merced del viento.
“Los ciclones pasaban cerca de Santiago de Cuba y por el este. Sandy entró por el norte, y por primera vez pasó por acá el ojo del huracán. Si es de día, habría causado más muertes que esas 11 que tuvimos, porque la gente habría estado en la calle”, dice Eddy Acosta, de la Defensa Civil de Mar Verde.
Hasta hace una semana no había balance oficial de las pérdidas económicas que causó Sandy, aunque la oficina de la ONU en Cuba situaba en 137 mil las viviendas dañadas en Santiago, 65.000 en Holguín y 8.750 en Guantánamo, las otras dos provincias orientales más afectadas.
Los perjuicios fueron graves en la industria, las telecomunicaciones, la electricidad y la producción de alimentos, entre otros sectores, y la recuperación se prevé muy dificultosa para un país que intenta sacar a flote su debilitada economía y que en 2008 sufrió tres huracanes que le costaron 10.000 millones de dólares en daños.
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