Santiago de Chile / Daniela Estrada.- Aunque todavía no hay un registro oficial de las consecuencias ambientales del terremoto y tsunami del 27 de febrero en Chile, organizaciones ecologistas y expertos demandan abordar este asunto con celeridad y sustentabilidad. Hasta ahora, entre los efectos reportados se cuentan cerros de escombros y basura, polución del aire por los trabajos de demolición, plantas pesqueras y otras instalaciones industriales arrasadas, destrucción de alcantarillados, pérdida de biodiversidad y suelos degradados por el maremoto.
“Creemos que hay una oportunidad dentro de esta desgracia para reconstruir de forma distinta, más amigable con el ambiente, más sustentable, con más respeto y consideración por temas como el cambio climático”, dijo la ambientalista Flavia Liberona, directora ejecutiva de la no gubernamental Fundación Terram.
El Gobierno del derechista Sebastián Piñera, asumido el 11 de este mes, todavía no entrega una evaluación global de los impactos ambientales del terremoto de magnitud 8,8 en la escala de Richter que azotó la zona centro y sur del país y provocó un tsunami que barrió con localidades costeras de regiones como El Maule y Bío- Bío. La catástrofe, según las autoridades, dejó 342 personas fallecidas y 95 desaparecidas, además de 800.000 damnificados. Los costos públicos y privados alcanzan casi 30.000 millones de dólares, entre daños a infraestructura, pérdida de Producto Interno Bruto, remoción de residuos y alimentación de emergencia.
Pero “no sabemos qué pasó con los emisarios submarinos de residuos domiciliarios, con las piscinas de acopio de plantas de celulosa que guardan productos químicos, con los relaves de la mineras. Tampoco hay reporte de los rellenos sanitarios, si están filtrando o no las napas subterráneas”, cuestionó Liberona.
Los expertos han llamado al recién creado Ministerio de Medio Ambiente a ejercer un papel preponderante en la “reconstrucción sustentable e inclusiva”, supervizando las ciudades planificadas territorialmente y con actividades bajas en dióxido de carbono, uno de los gases causantes de recalentamiento planetario.
Organizaciones no gubernamentales, en coordinación con las autoridades o por cuenta propia, atienden la emergencia con actividades de cariz ecológico. La arquitecta y máster en planificación Consuelo Bravo trabaja en un plan de manejo de escombros en los municipios de la capital y la región de El Maule, 200 kilómetros al sur de Santiago.
Este plan implica que la comunidad sepa qué desechos reutilizar y cómo separar aquellos que va a tirar, y que los municipios consideren alternativas de transformación de los desperdicios en material útil. La emergencia ha desnudado el bajo porcentaje de reciclaje en Chile.
Las construcciones más afectadas por el movimiento telúrico fueron aquellas levantadas con adobe sin precauciones antisísmicas. Ahora se discute qué edificaciones fabricadas con ese material pueden salvarse, considerando una de sus bondades: menor demanda de energía, que la convierte en una de las soluciones con más baja huella de carbono.
Ante la debilidad mostrada por el sistema eléctrico tras el sismo, diversas voces también han llamado a incorporar con más fuerza las energías renovables no convencionales, como la solar y eólica, para avanzar en la descentralización y autonomía energética.
Entre los efectos están cerros de basura, polución y daños industriales.
Datos
La emergencia ha desnudado el bajo porcentaje de reciclaje en Santiago, que no supera 14% de los residuos sólidos al año.
El “ecobarrio”, un proyecto en la comuna Maipú, impulsa en las zonas afectadas por la catástrofe los llamados “baños secos”.
Los baños secos constan de un retrete y estanque plástico con lombrices, que transforman los residuos en abono para la tierra.
Ante la debilidad del sistema eléctrico, proponen paneles fotovoltaicos o unidades eólicas en lugares de atención al público.
“Creemos que hay una oportunidad dentro de esta desgracia para reconstruir de forma distinta, más amigable con el ambiente, más sustentable, con más respeto y consideración por temas como el cambio climático”, dijo la ambientalista Flavia Liberona, directora ejecutiva de la no gubernamental Fundación Terram.
El Gobierno del derechista Sebastián Piñera, asumido el 11 de este mes, todavía no entrega una evaluación global de los impactos ambientales del terremoto de magnitud 8,8 en la escala de Richter que azotó la zona centro y sur del país y provocó un tsunami que barrió con localidades costeras de regiones como El Maule y Bío- Bío. La catástrofe, según las autoridades, dejó 342 personas fallecidas y 95 desaparecidas, además de 800.000 damnificados. Los costos públicos y privados alcanzan casi 30.000 millones de dólares, entre daños a infraestructura, pérdida de Producto Interno Bruto, remoción de residuos y alimentación de emergencia.
Pero “no sabemos qué pasó con los emisarios submarinos de residuos domiciliarios, con las piscinas de acopio de plantas de celulosa que guardan productos químicos, con los relaves de la mineras. Tampoco hay reporte de los rellenos sanitarios, si están filtrando o no las napas subterráneas”, cuestionó Liberona.
Los expertos han llamado al recién creado Ministerio de Medio Ambiente a ejercer un papel preponderante en la “reconstrucción sustentable e inclusiva”, supervizando las ciudades planificadas territorialmente y con actividades bajas en dióxido de carbono, uno de los gases causantes de recalentamiento planetario.
Organizaciones no gubernamentales, en coordinación con las autoridades o por cuenta propia, atienden la emergencia con actividades de cariz ecológico. La arquitecta y máster en planificación Consuelo Bravo trabaja en un plan de manejo de escombros en los municipios de la capital y la región de El Maule, 200 kilómetros al sur de Santiago.
Este plan implica que la comunidad sepa qué desechos reutilizar y cómo separar aquellos que va a tirar, y que los municipios consideren alternativas de transformación de los desperdicios en material útil. La emergencia ha desnudado el bajo porcentaje de reciclaje en Chile.
Las construcciones más afectadas por el movimiento telúrico fueron aquellas levantadas con adobe sin precauciones antisísmicas. Ahora se discute qué edificaciones fabricadas con ese material pueden salvarse, considerando una de sus bondades: menor demanda de energía, que la convierte en una de las soluciones con más baja huella de carbono.
Ante la debilidad mostrada por el sistema eléctrico tras el sismo, diversas voces también han llamado a incorporar con más fuerza las energías renovables no convencionales, como la solar y eólica, para avanzar en la descentralización y autonomía energética.
Entre los efectos están cerros de basura, polución y daños industriales.
Datos
La emergencia ha desnudado el bajo porcentaje de reciclaje en Santiago, que no supera 14% de los residuos sólidos al año.
El “ecobarrio”, un proyecto en la comuna Maipú, impulsa en las zonas afectadas por la catástrofe los llamados “baños secos”.
Los baños secos constan de un retrete y estanque plástico con lombrices, que transforman los residuos en abono para la tierra.
Ante la debilidad del sistema eléctrico, proponen paneles fotovoltaicos o unidades eólicas en lugares de atención al público.
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