La cifra final de víctimas puede aumentar todavía en algunos municipios de las provincias más afectadas, como Iwate, Miyagi y Fukushima, donde miles de personas siguen sin ser localizadas.
Unos 100.000 militares japoneses, ayudados por voluntarios extranjeros especialistas en salvamento, peinan la zona devastada en busca de supervivientes atrapados bajo los escombros o arrastrados mar adentro por la ola gigante de diez metros de altura.
Los equipos de rescate luchan contra las constantes réplicas, el intenso frío al norte de la isla de Honshu y la enorme destrucción provocada por el seísmo.
El Gobierno japonés informó hoy de que ha rescatado a 26.000 personas tras el seísmo y el tsunami.
Además, en la provincia de Fukushima hay alarma por la situación en la central nuclear, donde al menos cuatro reactores están inestables y se teme que pueda producirse una fuga radiactiva masiva.
Casi 80.000 edificios y viviendas fueron destruidos y más de medio millón de evacuados vive en unos 2.500 refugios temporales, muchos de los cuales no tienen agua potable o electricidad.
La magnitud de la tragedia llevó incluso al emperador Akihito a dirigirse por televisión a la población por primera vez en sus 22 años de reinado para pedir calma y rezos por los supervivientes.
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