Una explosión en el complejo nuclear de Fukushima hizo un agujero en el edificio que aloja uno de los reactores, lo que provocó que el combustible nuclear quedara expuesto a la atmósfera.
Japón se enfrenta a una potencial catástrofe después de que las explosiones en dos reactores de la central nuclear afectada por el terremoto enviaran partículas radiactivas hacia Tokio, provocando que mucha gente abandonara la capital y que se registraran largas filas para adquirir productos básicos.
Las autoridades están intentando desesperadamente que el agua destinada a enfriar los núcleos radioactivos de los reactores no se agote, lo que provocaría un sobrecalentamiento y la emisión de materiales radioactivos dañinos.
Funcionarios informaron que podrían verter agua en la piscina de combustible del reactor que se encuentran en más peligro, el marcado con el número cuatro, en dos o tres días, sin aclarar por qué deberían esperar para tomar esta medida.
"La posibilidad de una mayor filtración radiactiva está aumentando", dijo el Primer Ministro Kan en un discurso a la nación.
"Estamos haciendo todos los esfuerzos posibles para evitar que se extienda la filtración. Sé que hay mucha gente preocupada, pero quisiera pedirles que actúen con calma", agregó.
Niveles de 400 mili sieverts por hora se han registrado cerca del reactor 4, señaló el Gobierno. La exposición a más de 100 mili sieverts al año es un nivel que puede provocar cáncer, según la Asociación Nuclear Mundial.
El operador de la central retiró a 750 trabajadores, dejando sólo a 50, mientras se impuso una zona de exclusión aérea de 30 kilómetros alrededor de la planta. No se han entregado nuevos datos de los niveles de radiación dentro de la zona de exclusión, donde vive gente.
El Primer Ministro nipón, Naoto Kan, pidió a las personas en un radio de 30 kilómetros en torno a la instalación en el norte de Tokio, es decir una población de 140 mil personas, que no salieran al exterior, en medio de la crisis nuclear más grave desde el desastre de Chernobil registrado en Ucrania, en 1986.
Funcionarios en Tokio dijeron que la radiación en la capital era 10 veces superior a la normal por la noche, pero negaron que este nivel representara una amenaza para la salud humana en la ciudad de 13 millones de habitantes.
El toxicólogo Lee Tin-lap de la Universidad China de Hong Kong consideró que ese nivel de radiación no era una amenaza inmediata a las personas, pero que las consecuencias a largo plazo eran desconocidas.
"Sigues respirando esto hacia tus pulmones y hay absorción pasiva en la piel, ojos y boca y realmente no sabemos qué impacto a largo plazo tendrá eso", declaró Lee.
Alrededor de ocho horas después de las explosiones, la agencia climática de la ONU indicó que los vientos estaban dispersando el material radioactivo hacia el Océano Pacífico, lejos de Japón y otros países asiáticos.
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