A pesar de los esfuerzos del gobierno japonés por tranquilizar, el mundo entero sigue con inquietud la evolución de una situación extremadamente inestable.
Ante la gravedad de la situación en la central de Fukushima-1, en la que tres reactores tienen dificultades de enfriamiento, Japón pidió ayuda a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y a Estados Unidos.
Por su parte la Comisión Europea llamó a una reunión extraordinaria de la AIEA la semana próxima en Viena.
Las explosiones de este lunes en Fukushima-1, situada a sólo 250 km al nordeste de Tokio, la megalópolis más importante del mundo con 35 millones de habitantes, hirieron a once personas, aunque el reactor y el recinto de contención no resultaron dañados, según la Agencia de Seguridad Nuclear de Japón.
Una explosión se había producido el sábado en el reactor número 1, que costó la vida a un técnico e hirió a once.
Los sistemas de enfriamiento fallaron a consecuencia del gigantesco tsunami provocado por el sismo de magnitud 8,9 que el viernes arrasó el nordeste del país.
Los operadores indicaron que trataban de enfriar los reactores usando agua de mar, pero por la sucesión de accidentes en esta central el temor a una fuga radiactiva masiva es latente.
La Tokyo Electric Power (TEPCO), operadora de Fukushima-1, admitió además la posibilidad de que el combustible del reactor 2 hubiese comenzado a fundirse a causa de una avería en el circuito de enfriamiento.
Poco después, la agencia Kyodo indicó que las barras de combustible de la central 2 habían quedado "totalmente expuestas" por el descenso del nivel del agua de enfriamiento.
"No hay absolutamente ninguna posibilidad de que se produzca un Chernobyl", afirmó el ministro de Estrategia Nacional, Kopichiro Genba, que citó a los expertos de la Agencia de Seguridad Nuclear japonesa.
En Viena, el director general de la AIEA, Yuyika Amano, juzgó muy improbable que la situación degenere en un nuevo Chernobyl.
El accidente de la central ucraniana, en 1986, es considerado como el más grave de la historia. Fue evaluado en el nivel 7, el más elevado, de la escala de acontecimientos nucleares y radiológicos (INES), mientras que la explosión del sábado en Fukushima alcanzó el nivel 4.
Las autoridades decretaron el estado de emergencia en otra planta nuclear, la de Onagawa (noreste), "tras registrarse niveles de radiactividad que superaban los autorizados" y volvieron luego a la normal, indicó en Viena la AIEA.
Un portaaviones estadounidense anclado a 160 km al nordeste de Fukushima para participar en la ayuda a los siniestrados, cambió de posición tras detectarse niveles bajos de radiación procedente de la central. EEUU destinó ocho buques para asistir en las operaciones de rescate y ayuda a los damnificados y envió a la zona otros cinco navíos.
El primer ministro, Naoto Kan, ordenó el fin de semana la evacuación de los habitantes en un radio de 20 km en torno a Fukushima.
En las zonas devastadas por el sismo de magnitud 8,9, seguido de tsunami, los socorristas lanzaron "una carrera contrarreloj para salvar a posibles sobrevivientes bajo una montaña colosal de escombros", indicó un portavoz de la Cruz Roja, Patrick Fuller.
El balance del terremoto y el maremoto no para de incrementarse.
Más de 10.000 personas podrían haber perdido la vida en la prefectura costera de Miyagi, la más cercana al epicentro.
Los equipos de rescate hallaron cerca ya de 2.000 cadáveres en esa zona.
Millones de japoneses trataban de sobrevivir sin agua, electricidad, combustible o comida suficiente y centenares de miles estaban obligados a alojarse en centros de emergencia.
Naciones Unidas anunció en Ginebra que 590.000 personas fueron evacuadas de la zona del desastre, incluidas 210.000 que viven cerca de las plantas nucleares de Fukushima. La ONG Save the Children aseguró que 100.000 niños fueron desplazados.
"La capacidad de Japón para reconstruirse depende de cada uno de nosotros", declaró el primer ministro, Naoto Kan, que desde el viernes lleva puesto el uniforme de los servicios de emergencia. El país enfrenta, según él, la "crisis más grave en 65 años, desde la Segunda Guerra Mundial".
Los desastres también asestaron un duro golpe a la tercera economía mundial, la Bolsa de Tokio cayó este lunes más de 6%.
Los principales constructores de automóviles japoneses cesaron sus producciones por las dificultades en los suministros.
El costo del sismo para las aseguradoras podría ascender a 34.600 millones de dólares, según una estimación inicial de AIR Worldwide, firma especialista en evaluación de riesgos.
Socorristas de todo el mundo llegaban al archipiélago para colaborar con más de 100.000 soldados que tratan de prestar asistencia a un país que sigue viviendo al ritmo de las réplicas del terremoto y en permanente sobresalto por las falsas alarmas de nuevos tsunamis.
AFP
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