El descubrimiento, divulgado por la prestigiosa revista científica británica, constituye una sorpresa incluso para los propios investigadores. "Nadie sospechaba de que las estimaciones precedentes habían sido subestimadas", destacó Benjamin Brooks, geofísico de la Universidad de Hawai en Manoa y principal autor del estudio.
Según los cálculos efectuados hasta entonces y fundados sobre una historia sísmica relativamente en calma para esta zona, la magnitud de un terremoto en la región situada al este de Los Andes centrales no habría superado los 7,5.
Pero un minucioso análisis de cálculos efectuados con GPS (Sistema de Posicionamiento Global según sus siglas en inglés), realizados en el flanco oriental de la cadena montañosa, sugirió que las tensiones subterráneas que se acumulan allí desde hace siglos podrían provocar un sismo de magnitud entre 8,7 y 8,9.
Esos cálculos muestran en efecto que la zona situada al oeste de la falla de Mandeyapecua, orientada norte-sur, se desplazó mucho más que el área situada al este de esta falla. Según los investigadores, una sección relativamente poco profunda de esta falla está bloqueada sobre unos 100 km y es allí donde se concentran las tensiones provocadas por la confluencia de dos placas tectónicas situadas bajo la región. "La ruptura de toda esta sección 'encerrada' durante un solo sismo podría culminar en un temblor de magnitud 8,9", estimó Brooks.
Difícil de precisar el cuándo
Los científicos esperan que estos datos sean tomados en cuenta por la gente que podría resultar más afectada. No obstante, es imposible saber cuándo dicho megasismo podría producirse, ni siquiera decir con certeza si se producirá algún día. Una serie de temblores menos potentes podría disipar las tensiones telúricas sin provocar un megasismo, dijo Brooks. Él y su equipo están estudiando la historia sísmica de la región para determinar fecha y alcance de otros terremotos y tratar de descubrir si un megasismo de esta potencia se ha manifestado ya. En los últimos años se han producido sismos de mayor magnitud (9,0 en Japón y 8,8 en Chile) que han incitado a los especialistas a revisar sus estimaciones.
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