viernes, 18 de marzo de 2011

Kasuko se queda Extranjeros huyen. La ‘niña de Nagasaki’ da el ejemplo

Miles de extranjeros han abandonado Tokio por temor a un escape radiactivo de la central nuclear de Fukushima, mientras varias embajadas comenzaron ayer a organizar operativos para asistir a quienes deseen salir de Japón. Aunque las autoridades locales insisten en que los niveles de radiactividad en la capital han aumentado pero no son alarmantes, la inestable situación en la central nuclear de Fukushima, a unos 250 kilómetros al norte, llevó a muchos a alejarse hacia el sur.
Los japoneses residentes en Tokio salen hacia Osaka, a unos 400 kilómetros. En la estación se vio un número inusual de mujeres japonesas con niños pequeños y empujando equipaje para varios días. En la estación de Tokio reinaba el habitual bullicio ordenado, sin escenas de nerviosismo.
Algunos gobiernos, como los de Colombia, México o España, anunciaron ayer el envío de aviones a Tokio para repatriar a ciudadanos afectados que quieran abandonar la capital, aunque sin llegar a hablar de una evacuación en toda regla. El Gobierno de México ha fletado un avión que permitirá sacar de Japón a unos 230 mexicanos, mientras que el de Colombia informó de que está organizando un vuelo de la Fuerza Aérea para este fin de semana para los afectados por el desastre. Además, Francia y el Reino Unido ya han movilizado aviones, mientras que en otros casos, como en China, las autoridades han organizado traslados en autobús desde el norte hasta la capital y las compañías aéreas han aumentado el número de vuelos.
Ni siquiera en Tokio parece estar segura la población, a tenor de las múltiples recomendaciones lanzadas por gobiernos como los de Alemania, Australia, Rusia o Israel, que han pedido a sus ciudadanos que abandonen la capital "lo antes posible".
Mientras todos se van, Kazuko Yamashita se queda. Ella tenía cinco años cuando explotó la bomba atómica en Nagasaki, destruyendo su casa en un segundo y dejándola con un miedo perpetuo de que cada vez que se enferma, esta vez sí será un cáncer.
Ahora, 66 años después, espera pacientemente el desarrollo de la crisis nuclear en Japón viviendo con su hija en una casa de dos pisos que también comparte con sus dos nietas, que juegan en un sofá a su lado. “Puedo ser un poco insensible sobre esto debido a que yo estuve realmente muy expuesta a la radiación, pero no creo que eso es algo por lo que haya que asustarse", dijo.
“La gente parece ser demasiado sensible, aunque la exposición a una radiación intensa es cosa seria. Pero yo estuve a 3,6 kilómetros de la bomba y (ahora) evacuaron hasta 20 kilómetros (alrededor de la planta nuclear afectada). Sinceramente no entiendo este tipo de sentimiento”, enfatizó.
Yamashita dice que no se está tomando la situación livianamente y lamenta la cobertura contradictoria y excesivamente alarmista de los medios.
"Lo que realmente me preocupa son mis nietas. Aún son muy jóvenes", agregó.
En ese día caluroso de 1945, ella quedó protegida por una cobija que le tiraron para cubrirla cuando explotó la bomba. “No vi nada, pero el ruido fue increíble, el sonido de los vidrios volando, y tantas otras cosas. Luego, cuando me paré unos minutos después, todo había cambiado. De la casa no quedaba nada, sólo los pilares y el mundo a nuestro alrededor era rojo. Ahora todos arman tanto alboroto por los reactores; pero no se parece en nada a aquello", añadió.
Cuenta que telefoneó a una amiga que está cerca del reactor y le dijo: “Pasamos algo mucho peor que esto en el pasado. Los japoneses son fuertes y buenos para resistir.

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