La sombra de la catástrofe nuclear de Chernóbil asuela Japón. Todo comenzó el 11 de marzo, con un terremoto que hizo temblar al noreste nipón con su magnitud de 9 puntos en la escala de Richter, y con el gigantesco tsunami que azotó sus costas. El saldo: más de 28 mil personas muertas y desaparecidas, y una central nuclear dañada que activó la alerta máxima.
El epicentro de las preocupaciones está en Fukushima, donde la radiactividad pone en vilo a las autoridades y la población. Por ello, la Escala Internacional de Eventos Nucleares (INES, por sus siglas en inglés) del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) calificó con el número 7 al incidente, el más alto nivel de riesgo.
Exactamente 25 años después, Fukushima revive lo sucedido en suelo ucraniano con el reactor nuclear de Chernóbil, que hasta el 11 de marzo era el único evento de esta índole que llegó al tope en la escala de alerta de la INES. Página negra de la historia con miles de pérdidas humanas y daños ambientales que aún pasan factura.
Chernóbil erupcionó el 26 de abril de 1986. Las cifras sobre sus víctimas fatales no son oficiales porque el gobierno de la ex Unión Soviética (URSS) puso escollos en las investigaciones. Aunque la Organización Mundial de la Salud calculó que casi nueve mil personas fueron afectadas mortalmente en su salud por la radiación.
La exposición a la radiactividad es precisamente lo que quita el sueño a las autoridades niponas. Los riesgos del desarrollo de males como el cáncer, la leucemia, las cataratas, la esterilidad, los daños cerebrales, las mutaciones genéticas... provocaron la evacuación de un radio de 20 kilómetros alrededor de la planta de Fukushima.
La orden sacó a unas 80 mil personas de sus hogares, y los miembros de las familias damnificadas tienen sólo una oportunidad de dos horas para ingresar a sus ahora “casas fantasma”, para rescatar algo de sus pertenencias; todos vestidos con trajes de protección. Salvo aquellos que viven a 3 kilómetros de la central, los que no pueden ni asomarse a sus viviendas.
Es que el material radiactivo viaja por la atmósfera del noreste japonés. Y el problema se extiende al mar, donde se calculó al menos 10 mil toneladas de agua muy radiactiva. Ante este cuadro apocalíptico, el operador de la planta nipona anunció que se necesitarán tres meses para que bajen los niveles de radiactividad en la zona y otros seis para que se enfríen los reactores y se intervenga la central nuclear.
Hoy, resulta paradójico que Japón debe aprender de lo sucedido hace 25 años en Chernóbil para enfrentar a la catástrofe, ya que sus autoridades de entonces calificaban de “impensable” que un hecho así pudiera darse en su territorio. Más aún, Japón debe aprender de un Chernóbil que aún padece los golpes de la tragedia, ya que los trabajos de limpieza radiactiva se extenderán al menos otro medio siglo.
La reencarnación nipona de la tragedia ucraniana, además, ha reabierto el debate sobre los poco confiables sistemas de seguridad de la energía nuclear. Empero, está claro que ni Chernóbil ni Fukushima frenarán la carrera atómica en un mundo que en la actualidad cuenta con 442 reactores en 29 países; la mayoría en Estados Unidos, que tiene 104 (ver infografía).
Pero la historia tiene en sus páginas otros accidentes nucleares menos recordados. Discovery News elaboró un ranking de los “cinco peores”, de acuerdo con informes del Departamento de Energía de Estados Unidos y del OIEA. Aquí les mostramos algunos datos de estas catástrofes.
Efecto económico
A la par de los riesgos para la vida humana y el medio ambiente en las zonas cercanas a la planta nuclear de Fukushima, las autoridades japonesas miran de reojo los posibles efectos económicos de esta tragedia que va unida al terremoto y tsunami que afectaron al noreste nipón el 11 de marzo. Los vaticinios no son nada alentadores para una de las economías más prósperas de los últimos años. Por ejemplo, según la agencia AFP, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos calculó que Japón crecerá sólo en 0,8 por ciento en este año (cuando el año pasado ascendió en 3,9 por ciento), y que los daños en las infraestructuras y construcciones asoladas por desastres naturales, ascienden a 303.000 millones de dólares. Aparte, el excedente comercial nipón se redujo en 2.370 millones de dólares en marzo y el sector automovilístico del orbe resultó mermado por la catástrofe, ya que las fábricas japonesas dejaron de armar al menos un millón de vehículos para sus clientes.
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